lunes, 30 de abril de 2007

Clasificación de las voces: el bajo

por Charles H. Oppenheim

La mayoría de los primeros compositores operísticos no escribían para un registro vocal determinado, sino para la voz específica de un cantante. Pero claro, hay ciertas características que son comunes a las distintas voces, lo que por medio de convenciones permitió eventualmente reunirlas bajo una serie de clasificaciones que ya son universalmente aceptadas.

Por ejemplo, hay quienes afirman que el cuerpo de un cantante es factor determinante en su tipo de voz. Para el profesor de la Escuela Superior de Canto de Madrid Ramón Regidor Arribas, autor del libro Temas de canto: sobre la clasificación de la voz, hay una serie de características morfológicas comunes a muchos bajos: su laringe, dice, es más grande que la de los barítonos, y “posee unas cuerdas vocales más largas (entre 2.4 y 2.5 centímetros), más anchas y más musculosas que estos. Suele tener un cuello largo y una talla elevada. Corresponde a un tipo morfológico ‘plano’, longilíneo, de tórax alargado y poderoso... Su aspecto es muy viril. El temperamento es muy masculino, enérgico y rudo. Su frecuencia óptima para la realización del ‘pasaje’ (entre la voz de pecho y la voz de cabeza) estará alrededor del Re bemol agudo. Y su tono medio de voz en conversación habitual oscilará entre el Sol y el Fa graves.”

Pero el mismo autor inmediatamente pasa a aclarar que si bien la caricatura morfológica de esta descripción del bajo es la efigie de Don Quijote, hay también bajos —como quien esto escribe— que más bien tenemos el aspecto de Sancho Panza, exactamente su opuesto, por lo que no puede generalizarse la clasificación de este tipo de voz en función de la morfología del cantante.

Otra forma de clasificar la voz de bajo –bastante simple pero por lo mismo imprecisa– es por su alcance: es decir, en función de la nota más grave y aguda a las que puede acceder un determinado cantante. Según esta fórmula, y suponiendo que la mayoría de las voces tienen un alcance promedio de dos octavas, hay tres grandes clasificaciones de la voz masculina grave:

• el bajo agudo que, como su nombre lo indica, es un bajo con buenos agudos, limítrofes con la tesitura del barítono, aunque de un color más oscuro, que puede alcanzar fácilmente el Fa sostenido agudo y en ocasiones el Sol natural (en el caso del bajo-barítono), pero rara vez baja más allá del Fa sostenido o Sol graves de su tesitura;

• el bajo central, más lírico, meloso y pastoso, cuyo mejor desempeño se da en el centro de la voz, por lo que su voz no suena particularmente oscura o cavernosa, con una extensión hasta el Fa grave y hasta el Fa natural agudo;

• y el bajo grave –una voz tan rara en las voces masculinas como la de la contralto en las femeninas– cuyas notas graves son portentosas, alcanzando el Re o Mi en la tesitura grave, pero con una extensión más limitada en los agudos, igualmente hasta el Re o el Mi.

José María Triana, en El libro de la ópera, advierte que la clasificación de las voces “es y será siempre materia de discusiones encendidas. No hay dos teóricos que estén de acuerdo ni siquiera en lo que podría llamarse su extensión normal. En realidad, las diferentes ordenaciones varían de una escuela a otra, y en la mayoría de las ocasiones se tiene más en cuenta el carácter del personaje que se va a cantar que la extensión vocal del cantante...”

Tal vez valga la pena escuchar lo que al respecto tienen que decir los propios cantantes. En la entrevista que le hizo Helena Matheopoulos, publicada en su libro Bravo, el búlgaro Nicolai Ghiaúrov explica que, a diferencia de los tenores (quienes pueden construir sus carreras con base en sus notas agudas), los bajos suelen ser juzgados por la totalidad de su interpretación y por su éxito relativo en dar vida a sus personajes, antes que por el impacto de ciertas notas difíciles.

“Naturalmente –explica Ghiaúrov–, hay una razón dramática para la presencia de las notas altas. Los compositores las utilizan para indicar el clímax emocional de un aria dada. En el registro de bajo, que debe extenderse dos octavas desde el Fa por debajo al Fa por encima del pentagrama, el Fa agudo es nuestro límite, de la misma manera en que el Do agudo es la nota más alta en el registro de tenor. Muy rara vez se encuentra un bajo capaz de alcanzar el Fa sostenido; es tan raro como un tenor que pueda cantar un Do sostenido (o, como se llama comúnmente, Re bemol). Es decir, ¡un pequeño milagro!”

Pues resulta que, en el mismo libro, se narra el caso de “un pequeño milagro”: el del bajo estadounidense Samuel Ramey, quien se refiere a su “inusualmente amplio” registro, desde Re debajo del pentagrama hasta el Sol por encima, que sin embargo no dejó de significarle problemas durante sus años de educación vocal. “Tuve que trabajar mucho para ajustar la voz; es decir, centrarla en un foco estrecho, para que no se repartiera demasiado”.

Robert Rushmore, en su libro The Singing Voice, afirma que si bien los términos “lírico” y “dramático” no se emplean comunmente para describir las voces masculinas más graves, como con los tenores y barítonos, puede hacerse otra división de bajos, entre aquellos que cantan el repertorio italiano-francés, con su lirismo belcantista, y aquellos que se especializan en la ópera germana, donde encontramos al schwarzer bass, un cantante que tiene un tono más oscuro o “negro”, y un estilo de cantar más bien declamatorio.

Cada lengua, pues, tiene su propia nomenclatura. La escuela alemana, por ejemplo, se rige por el sistema del fach, que literalmente significa “compartimento”. En las casas de ópera del mundo germánico (Alemania, Austria y Suiza), los cantantes son contratados en función del fach que le corresponde a su voz particular. Esta forma de “etiquetar” a un cantante, sin embargo, se basa tanto en la extensión de la voz como en los roles específicos que tienen ciertas características peculiares. Se espera, pues, que el cantante se aprenda y pueda interpretar todos los roles que corresponden al fach para el cual fue contratado.

Así, para la voz masculina grave, en la escuela alemana hay cinco categorías o facher, que van así, del más grave al más agudo:

Seriöserbass, también llamado Tiefer Bass (incluye roles como Raimondo, Pimen, el Comendador, Sarastro, Colline, Timur, Gremin, los verdianos Zaccaria, Banquo, Fiesco, Guardiano, Ramfís, y los wagnerianos Marke, Pogner, Fafner, Hunding, Hagen y Gurnemanz.)

Schwerer Spielbass, también llamado Komischer Bass (incluye a los Mefistófeles de Berlioz y Gounod, Plumkett, Varlaam, Osmin, el Falstaff de Nicolai, Don Basilio, el Barón Ochs y Daland.)

Charakterbass (que incluye los roles de personajes secundarios como Zúñiga, Rangoni, Masetto, Don Alfonso, Crespel, Alidoro, Monterone, Sparafucile, Ferrando, el Gran Inquisidor y el Rey de Egipto, así como los wagnerianos Bitterolf, Reinmar, Fasolt y Nachtigall.)

Spielbass o Hoher Bass (incluye fundamentalmente a Oroveso, Geronimo, Dulcamara, Don Pasquale, Leporello, Dr. Bartolo, Don Magnifico y Beckmesser.) Y

Bassbariton o Heldenbariton, cuyos papeles incluyen: el Duque Barba Azul, Tonio, Boris Godunov, Scarpia, Jochanaan, Nabucco, Macbeth, Simon Boccanegra, Felipe II, Amonasro, Falstaff, El Holandés, Telramund, Kurwenal, Hans Sachs, Amfortas y Wotan.

Por su parte, la nomenclatura francesa incluye cuatro clasificaciones:

Basse profonde o basse-contre (como Pluto en Hippolyte et Aricie.)
Basse noble o basse chantante (como Bertram en Robert le Diable.)
Basse de caractère (como Mefistófeles en Fausto.) Y
Basse bouffe (como Agamemnon en La belle Hélène.)

En la escuela italiana hay tres grandes categorías:

Basso profondo (como el Gran Inquisidor en Don Carlo.)
Basso cantante (como Felipe II, también en Don Carlo.) Y
Basso buffo (como Don Magnifico en La cenerento
la.)

En Rusia, además del bajo, representado por el rol protagónico de Boris Godunov, y del bajo profundo, como Farlaf en Ruslan y Ludmila, por otro lado, se ha desarrollado una voz todavía más rara y grave: el contrabajo u oktavist, como le llaman en Rusia, con una extensión muy limitada pero con unos graves que llegan a las profundidades más cavernosas que puede alcanzar la voz humana: el La y el Si graves, con un timbre que asemeja un órgano.

Todavía hoy se escuchan estas voces, pero fuera del repertorio operístico. Únicamente son demandadas en la impresionante música litúrgica coral de Rusia, que tiene sus orígenes en la música polifónica del siglo XVII. Originalmente, tanto el cantor principal como el diácono que hacía las lecturas durante la celebración litúrgica, eran bajos. De ahí esta tradición, que es tan antigua como la misma iglesia ortodoxa rusa.



2 comentarios:

rse dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Moises David dijo...

Soy bajo llego a un re grave y mi nota mas aguda es un si4 sin falsete