por Charles H. Oppenheim
No es un secreto que a lo largo de la segunda mitad del siglo XX prevaleció en el gusto del público la más versátil y brillante tesitura del bajo-barítono, entre cuyos principales exponentes destacan el wagneriano alemán Hans Hotter, el británico Robert Lloyd, el canadiense-americano George London, el alemán Thomas Quasthoff, el jamaiquino Willard White, el galés Bryn Terfel, y el belga José Van Dam, quien no sólo ha destacado en los repertorios francés, mozartiano, verdiano y wagneriano, sino que ha incursionado como pocos en el repertorio operístico del siglo XX, creando el papel protagónico de San Francisco de Asís de Messiaen, entre otros. Van Dam es también un extraordinario recitalista, en la mejor tradición de Chaliapin, Kipnis y el barítono Dietrich Fischer-Dieskau.
¿Pero qué es un bajo-barítono? Según The Complete Dictionary of Opera es “un término suelto que describe una voz o un rol que contiene elementos de bajo y de barítono.”
Robert Rushmore, en The Singing Voice, lo define así: (El bajo-barítono tiene) “un tono y color más oscuro” (que el barítono dramático). J. B. Steane, en su libro Voices, singers and critics, dice que “la voz del bajo-barítono habita el istmo de un estado intermedio... Idealmente tiene una calidad distintiva de bajo, pero con libertad baritonal en el pasaje de la voz... Pero es en el registro central y no en las notas agudas donde reside la belleza del bajo-barítono.”
Sobre la voz del bajo-barítono, se ha dicho que su nombre suena a un programa doble: dos por el precio de uno. Otra definición señala que esta categoría “suena a indecisión, pero en realidad es una categoría real que define a un cantante cuyo rango de voz y timbre son de un bajo, con toda la riqueza y resonancia que implica en su registro de pecho, con la habilidad añadida de que puede escalar notas más agudas con una facilidad casi baritonal, sin perder la resonancia de bajo. Los roles están escritos de manera que la voz de cabeza no es explotada sin piedad, sino sólo en momentos climáticos (Hans Sachs, Beckmesser, Gurnemanz, Falstaff, Escamillo y Boris Godunov)."
Cabe preguntarse, entonces, cuándo surgió la voz del bajo-barítono por primera vez. Históricamente, a partir de la Edad Media, las voces masculinas graves sólo se definían con la denominación de “bajo”.
Los primeros barítonos (de raíz griega, que significa “tono pesado”) son un invento del Renacimiento y coinciden con el nacimiento de la ópera. Pero durante la mayor parte del barroco, el concepto de “bajo” incluía a todas las voces masculinas graves (desde Peri y Monteverdi, hasta Bach y Händel).
Fue hasta fines del siglo XVIII en pleno clacisismo: (con Mozart) y principios del XIX (la era del bel canto, representado por Rossini, Bellini y Donizetti) cuando se consolida la voz intermedia entre el tenor y el bajo: el barítono lírico.
El primer gran rol de barítono lírico, escrito en la clave de Fa, con una tesitura imposible para un bajo, es el Fígaro de Rossini en El barbero de Sevilla.
Aun así, durante la era del bel canto, la mayoría de las partes para bajo eran relativamente agudas (sobre todo los roles para bajo buffo), y los roles para barítono eran más bien centrales, por lo que unos y otros podían entrecruzarse y cantar cualquiera de esos repertorios. He aquí el comienzo de la era del bajo-barítono.
Con el romanticismo del siglo XIX y el verismo del XX, se consolidan las subclasificaciones del barítono y del bajo. Ya en pleno siglo XX se vuelve más común la clasificación de bajo-barítono.
viernes, 27 de abril de 2007
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1 comentario:
muy buen aporte, bastante interesante y puntual, quisiera hacerle una pregunta, llevo dos años vocalizando dos veces a la semana y mi tesitura abarca desde (fa1 muy debil por cierto) hasta sol3 (trabajando para conquistar el la3), tomando en cuenta que do2 es el central del piano, ¿sería barítono lírico?, que opina
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